El Centro Cultural Memoria de Andalucía acoge la exposición “Barroco. Colección Cajasol”

03/05/2019

La muestra, realizada en colaboración con la Fundación Cajasol, está compuesta por cuadros y tapices de gran formato de artistas como Murillo, Zurbarán, Valdés o Alonso Cano que forman parte de los fondos propios de la Fundación Cajasol

La exposición se podrá visitar hasta el próximo domingo 14 de julio   

Esta mañana ha quedado presentada la gran exposición para la primavera y el verano en el Centro Cultural Memoria de Andalucía: “Barroco. Colección Cajasol”, con cuadros y tapices de gran formato de artistas como Murillo, Zurbarán, Valdés o Alonso Cano; y que se podrá visitar hasta el próximo 14 de julio. 

La muestra, que cuenta con fondos propios de la Fundación Cajasol, fue presentada a los medios de comunicación por María Elena Martín-Vivaldi, presidenta de CajaGranada Fundación, y Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol. 

Durante su intervención, María Elena Martín-Vivaldi comenzó agradeciendo a al presidente de Cajasol “que haya tenido la amabilidad de acompañarnos en un día tan importante para nosotros. Esta muestra dedicada al Barroco nos permite disfrutar de una maravillosa exposición, excepcional y sin parangón”. La presidenta de CajaGranada Fundación destacó la trascendencia de los fondos de Cajasol y se mostró “orgullosísima por la alianza entre nuestras dos instituciones, que permite potenciar la imagen de Andalucía”

Antonio Pulido, por su parte, comenzó mostrando su agradecimiento a CajaGranada Fundación por la acogida y destacó que “estamos muy orgullosos de esta exposición dedicada a ese Barroco que tanto ha representado en la historia de España”.

El presidente de la Fundación Cajasol se mostró “tremendamente satisfecho por varios motivos. En primer lugar, porque Granada es tierra de acogida donde siempre nos hemos sentido bien. En segundo lugar, por estar en CajaGranada Fundación, que facilita esa buena acogida. Y, en tercer lugar, quiero destacar la importancia de que dos entidades como las nuestra establezcan líneas de colaboración: estamos haciendo muchas cosas juntos desde el año pasado y estoy seguro de que serán más en el futuro. Somos dos instituciones que tenemos la obligación de buscar nuestras sinergias. Nos une el territorio. Nos une Andalucía y tenemos que trabajar juntos en proyectos culturales, de emprendimiento y de acción social”.

Antonio Pulido terminó resaltando que “el compromiso social, cultural y el fomento del emprendimiento llevan toda la vida en nuestro ADN, por lo que seguiremos trabajando de forma conjunta para impulsarlos en Andalucía, generando sinergias para devolver a la sociedad  lo mucho que hemos recibido de ella”.

El comisario de la exposición, Miguel Arjona, por su parte, destacó la importancia de una muestra efectivamente excepcional que, además de pinturas de artistas como Valdés Leal, Murillo, Zurbarán o Alonso Cano, alberga cinco tapices del siglo XVII, algo no habitual en las exposiciones contemporáneas. “Además, la sala de exposiciones del Centro Cultural Memoria de Andalucía realza su majestuosidad y permite conocer el proceso de elaboración de los mismos”.

El Barroco en la Colección Cajasol

Tal y como explicó Antonio Pulido, “una de las señas de identidad de la Fundación Cajasol es la protección, conservación y divulgación de nuestro patrimonio, y con ese compromiso hemos reunido a lo largo de los años una colección de más de 7.000 piezas, que abarcan desde el siglo XVII hasta nuestros días y que son una magnífica representación de la riqueza artística de nuestra tierra.

Para nosotros es un motivo de alegría poder poner desde hoy una parte de esa riqueza a disposición de los granadinos.

Como les digo, no es una parte menor sino una selección de lo mejor de nuestra pintura, a través de sus maestros más notables, como Zurbarán, Murillo, Alonso Cano o Valdés Leal, además de unos tapices de gran valor e interés artísticos y que datan del siglo XVIII”.

La exposición que se ha inaugurado esta mañana es una pequeña pero excelente muestra de tapices barrocos realizados en Flandes y Francia, son trabajos de la segunda mitad del siglo XVII muy representativos del período por sus temáticas y tratamiento en las composiciones, destacan los dos paños de una misma serie llamado La generosidad de Ester y El buen gobierno de Débora, tejidos en Brujas, ambos son deudores en su opulento diseño con columnas salomónicas, ricas guirnaldas y cartelas de la serie diseñada por P. P. Rubens.

A comienzos del siglo XVII, Sevilla era una de las ciudades más populosas y opulentas de Europa, cabecera aún de la Carrera de Indias y del comercio de ultramar, en sus calles se mezclaban pícaros y magnates con religiosos y comerciantes, conformando un entramado social propicio para el desarrollo del nuevo espíritu barroco bajo los dictados ideológicos de la Contrarreforma. 

Todavía gozaba de esa grandeza y singularidad reflejada tan bien en la literatura de la época: Cervantes, Mateo Alemán o Lope de Vega, nos describen el ambiente de la gran metrópoli de Castilla en los albores del siglo. En palabras del historiador A. Domínguez Ortiz: “Sevilla seguía ejerciendo el papel de capital natural, de capital intelectual y económica de la nación, hasta que los desastres de España menguaron la potencia y brillo de la urbe andaluza”. Este declinar a lo largo del siglo de la ciudad hispalense lo provocaron las sucesivas crisis económicas y políticas, unidas a la terrible epidemia de peste de 1649 que mermó su población en más de un cuarenta por ciento.

La escuela barroca sevillana se formará en este caldo de cultivo de múltiples cambios y curiosamente a medida que disminuye el esplendor económico y social, en lo artístico se dan las cotas más elevadas del estilo. Es el siglo de Zurbarán y Alonso Cano, de Bartolomé Esteban Murillo y de Juan de Valdés Leal, grandes pintores todos ellos presentes en esta muestra con fondos seleccionados de la Colección Cajasol.

Los tapices del Barroco

Las tapicerías fueron desde la Edad Media elementos indispensables en la decoración de palacios, castillos y grandes residencias, su posesión marcaba riqueza y posición social. Como elemento funcional, de fácil transporte y acomodo, se utilizaban a conveniencia para hacer más confortables y suntuosos los espacios de representación, no solo salones palaciegos, también salas capitulares, iglesias y catedrales se adornaban de carísimos paños tejidos en las mejores manufacturas de Europa cuando la ocasión lo requería.

En España existía larga tradición en el encargo e importación de tapices, principalmente de manufacturas flamencas, en Bruselas y Brujas se realizaban los de mayor perfección y calidad. Durante el siglo XVII dichos encargos se intensificaron por parte de la corona y la alta nobleza, normalmente se pedían series completas formadas por un número indeterminado de paños, no solían bajar de cuatro y podían superar la veintena según el caso. Los materiales fijaban el precio, siendo los más baratos de lana, seguidos de los de lana y seda, y finalmente los más costosos incorporaban hilos metálicos de plata y oro.

El diseño de los tapices dependía de su temática, los había puramente decorativos llamados de boscaje, de ramillete, alamedas, etc., también eran significativos los heráldicos muy demandados por la aristocracia, pero sin duda, los más importantes eran los de tema religioso, histórico, bélico, literario y mitológico, la mayoría de ellos con indudable carácter moralizante y aleccionador. Las escenas centrales quedaban rodeadas de cenefas y borduras que enriquecían las composiciones.

El modelo de mayor repercusión durante todo el barroco para el diseño de tapicerías lo dio Pedro Pablo Rubens con los veinte cartones sobre El Triunfo de la Eucaristía diseñados para la Archiduquesa Isabel Clara Eugenia destinados al Monasterio de las Descalzas Reales de  Madrid donde aún se conservan.

Sevilla, escuela de grandes maestros

Ciudad culta y cosmopolita en los inicios del barroco, Sevilla conoció pronto la revolución plástica que en Italia supuso el trabajo de Caravaggio, su lenguaje naturalista y tenebrista sería rápidamente asumido por pintores italianos y flamencos que lo difundirían por toda Europa. 

Superado el manierismo sevillano, el nuevo estilo presentaba un arte cercano, tomado del natural y con fuertes contrates lumínicos que lo hacía además propicio a los dictados contrarreformistas de humanizar lo sagrado. El retrato veraz y el bodegón se introducen en la pintura religiosa aportando una sensibilidad distinta a los temas. 

El impacto de esta nueva corriente, fruto de la temprana llegada a la ciudad de copias de Caravaggio, obras de José de Ribera y Orazio Borgianni entre otros, será el germen en la formación de los maestros Diego Velázquez, Alonso Cano y Francisco de Zurbarán, cuyos primeros trabajos imbuidos de este ambiente, mezcla de Italia y Flandes, lograrán sentar las bases de la escuela sevillana bajo los dictados del pintor y teórico Francisco Pacheco. En su madurez las trayectorias de estos tres genios difieren: Cano y Velázquez, instalados ya en la Corte, no dejaron de evolucionar hasta las cotas más altas del estilo mientras que Zurbarán quedaría anclado en fórmulas retardatarias, aunque de gran éxito, hasta el final de su carrera. 

La segunda mitad del siglo XVII tiene a Bartolomé Esteban Murillo y a Juan de Valdés Leal como protagonistas fundamentales, considerados como antagónicos por la historiografía del arte, ambos suman sensibilidades propias de su tiempo marcado por la profunda crisis sevillana de después de la epidemia de peste de 1649. Epítome de sus diferencias en el lenguaje pictórico pueden considerarse sus obras en la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, fundación piadosa del caballero Miguel de Mañara y ejemplo máximo del sentir de toda una época. 

Detalle de algunas de las obras presentes en la exposición

FRANCISCO DE ZURBARÁN

Fuente de Cantos (Badajoz), 1598 – Madrid, 1664

San Pedro Nolasco asistido por dos ángeles

Óleo sobre lienzo pegado a tabla

Entre los principales clientes de Zurbarán destacaron las órdenes religiosas de las que recibió abundantes encargos, caso de esta pequeña obra realizada entre 1635 y 1640 para uno de los retablos laterales de la iglesia de la Merced Descalza de Sevilla dedicado a San Pedro Nolasco.

La escena esquemática y directa nos presenta un hecho milagroso, San Pedro impedido en su ancianidad deseaba orar con sus compañeros en el coro, ante su imposibilidad el cielo atiende su plegaria y dos ángeles celestiales se aparecen en su celda para transportarlo. Zurbarán compone con nitidez el pasaje, centrado sobre el despojado y oscuro fondo de la celda por el protagonista con blanco y austero hábito mercedario en actitud orante y recogida, mientras es llevado por los ángeles tratados técnicamente con gracilidad y rico colorido muy característico del maestro.

ALONSO CANO

Granada, 1601 – 1667

Visión de San Antonio de Padua, 1660

Óleo sobre lienzo

Esta obra del genio granadino fue realizada durante los últimos años de su vida y muestra por ello la perfección a la que había llegado en la madurez de su estilo. Se conocen al menos otras dos versiones de su mano de la Visión de San Antonio conservadas en Munich y Los Ángeles con leves variaciones e igual pericia técnica. 

La pintura presenta la singularidad de estar recortada en su parte inferior habiéndose trasladado más arriba el recorte de las azucenas y el libro para su conservación.

Jesús Niño se aparece a San Antonio mientras es contemplado desde el cielo por la Virgen, nuevamente vemos como un tema milagroso es tratado con mucha cercanía en una composición en diagonal de exquisito y luminoso cromatismo, donde los protagonistas de serena gestualidad intercambian miradas cerrando la escena. Maravilla el tratamiento del Niño y las transparencias en el velo que porta la Virgen entre sus manos.

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Sevilla, 1617 – 1682

Retrato de fray Pedro de Urbina, arzobispo de Sevilla, c. 1644 – 1648

Óleo sobre lienzo

Este severo retrato del arzobispo Pedro de Urbina y Montoya hay que encuadrarlo dentro de la primera etapa de Murillo lejos aún de su estilo maduro. El alto eclesiástico aparece de pie, con el sobrio hábito de la orden franciscana recordando composiciones similares de Zurbarán, como fondo un cortinaje encarnado y una mesa ricamente vestida nos señalan su alto estatus. El tono general de la obra es retardatario por lo envarado y rígido sumado a la apagada gama tonal.

 

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Sevilla, 1617 – 1682

San José con el Niño, c. 1660 – 1670

Óleo sobre lienzo

Responde muy bien esta obra con la imagen clásica que trascendió de Murillo durante mucho tiempo: la de pintor dulce y de estampa devocional, visión pobre e inexacta que dejaba atrás las singularidades del excelente maestro sevillano que no tuvo rival en su época. La escena se resuelve iconográficamente en una sencilla y directa visión frontal donde el Niño como protagonista mira directamente al espectador acogido en el regazo de San José. El colorido general en tonos terrosos subraya aún más la importancia de Jesús en luminosos rosas, blancos y dorados.

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Sevilla, 1617 – 1682

La Sagrada Familia (Las dos Trinidades), c. 1670 – 1680

Óleo sobre lienzo

Este pequeño lienzo es el boceto preparatorio con pequeñas variantes para la obra final de gran tamaño conservada hoy en la National Gallery de Londres. Sus reducidas dimensiones no hacen sino engrandecer la genialidad de Murillo, el más moderno de nuestros pintores barrocos junto con Velázquez, podemos apreciar su forma de trabajar, la exquisitez y armonía de su paleta y un rasgo excepcional a su tiempo: la soltura de pincel prefigurando ya casi con su vaporosidad el aún lejano gusto rococó. La composición es resuelta de forma piramidal y en dos planos, terrenal y celestial, convenientemente fusionados con claridad doctrinal.

JUAN DE VALDÉS LEAL

Sevilla, 1622 – 1690

Jesús atado a la columna, c. 1670

Óleo sobre lienzo

Fue este uno de los temas de la Pasión favoritos en el barroco dando lugar a una amplia iconografía, esta interpretación de Valdés Leal concentra la fuerza de la imagen en el contraste lumínico que modela la excelente anatomía de Cristo con el cuerpo contorsionado sobre un fondo neutro y muy oscuro, con pocos elementos accesorios, el mensaje es escueto y directo: llamar a conmoción. Jesús se nos presenta con toda crudeza, tras la flagelación aún atado a la columna, con el cuerpo lacerante y sangriento, pese a ello el rostro transmite aceptación y serenidad.

 

Información práctica:

LUGAR: Sala de Exposiciones Temporales. Centro Cultural Memoria de Andalucía

FECHAS: Del 3 de mayo al 14 de julio de 2019

HORARIO: De martes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00 horas / Domingos y festivos de 11:00 a 14:00 horas / Lunes cerrado

ENTRADA LIBRE

 

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