‘La ventana que se esconde tras el paisaje de aceite y tierra’ forma parte de la oferta expositiva de FACBA, el Festival de Arte Contemporáneo impulsado por la facultad de Bellas Artes de la UGR
La exposición se podrá visitar hasta el próximo día 11 de abril
El pasado fin de semana quedó inaugurada la nueva exposición que acoge una de las salas de exposiciones temporales del Centro Cultural CajaGranada: ‘La ventana que se esconde tras el paisaje de aceite y tierra’, del artista José Luis Valverde, en el marco de FACBA, el Festival de Arte Contemporáneo impulsado por la Facultad de Bellas Artes de la UGR.
La exposición, que se podrá disfrutar hasta el próximo 11 de abril, muestra la producción más reciente del artista malagueño, inspirada en la obra de dos artistas granadinos tan aparentemente alejados entre sí como Gabriel Morcillo y José Guerrero.
Tal y como explica José Luis Valverde, “esta exposición busca generar nexos entre la obra de los dos artistas partiendo del cuadro ‘La aparición’, de Guerrero, que muestra un entierro en clave figurativa. He tomado este cuadro como un hilo generador de relatos para unificar la obra de los dos artistas. Mi exposición se abre con una obra en la que la muerte es muy perceptible. La que cierra también contiene un cadáver, pero menos fácilmente identificable, absorbido por la naturaleza”.
A José Luis Valverde le interesa “la idea de recorrido y de paisaje que permite construir un relato a cada espectador. De ahí el título de la exposición, una referencia radical a la pintura, al cuadro como artefacto de representación. El cuadro siempre se ha entendido como ventana y en este caso, esa ventana se asoma a la materia. No hay imágenes como tales. Mi pintura sugiere más que muestra, de forma que el espectador pueda avanzar por un camino que no conoce para terminar de construir las imágenes por sí mismo y descubrir por su cuenta”.
De ahí, también, que no haya cartelas o que los cuadros no tengan título. “Las cartelas rompen el ritmo, generan ruido y distraen. No las uso, también, para no condicionar al espectador”, concluye Valverde.
Efectivamente, en palabras de Blanca Montalvo, el artista trabaja con los lenguajes de la pintura de Gabriel Morcillo (1887-1973) y José Guerrero (1914-1991). “Mi primera sensación fue que aquello era como agua y aceite. Pero la conversación descubrió diversos aspectos de la propuesta. Entre el orientalismo barroco, sensual y colorido de Morcillo, y la expresión del gesto y los campos de color estructurados de Guerrero se encierran, no sólo dos maneras diferentes de entender la pintura, sino también dos formas muy diferentes de vivir. Dos historias del pasado reciente de este país”.
En 1907 Morcillo viajó a Madrid, como discípulo de Cecilio Pla. Durante su formación realizó en El Prado copias de Goya y Velázquez. Una década después circunstancias personales le obligaron a renunciar a la beca de la Academia de Roma y, desde entonces, desarrolló su trabajo en un aislamiento atípico para la época, recluido en su carmen de Plegadero Alto. Trabajó casi toda su vida como profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Granada donde comenzó en 1922. Estas circunstancias lo definieron como un pintor local, apelativo que tiende a utilizarse más como crítica artística que como reconocimiento geográfico.
En 1934, Guerrero, alumno de Morcillo en la Escuela de Artes y Oficios y casi treinta años más joven, se enfrentó a él en el aula, y tras embadurnar su lienzo de óleo negro, abandonó la Escuela para realizar el servicio militar en Ceuta, donde le sorprendió la guerra civil. Al finalizar viajó a Madrid, para completar sus estudios en la Escuela de San Fernando, y en 1945 a Francia, donde conoció la vanguardia europea y a artistas como Picasso, Miró y Gris. También conoció a su mujer, periodista americana, con la que se instaló en Nueva York en los años cincuenta. Y adoptó la nacionalidad americana. Allí abandonó de forma progresiva la figuración, inmerso en el debate del expresionismo abstracto entre Harold Rosenberg y Clement Greenberg, e influenciado por Mark Rothko, Franz Klein y Robert Motherwell. Ante el éxito del Pop Art en 1965 regresa a España, donde es acogido por los jóvenes artistas.
Un siglo más joven que Gabriel Morcillo, José Luis Valverde Buforn utiliza el óleo negro que el joven Guerrero esgrimió con rebeldía, para entrelazar dos formas diferentes y complementarias de entender la vida. Desde la frescura de su exploración de géneros clásicos como la vanitas y el bodegón, inicia un viaje, a través del cuadro de su abuelo que ha descolgado de la casa familiar. Nocturno (1962) de José Valverde Jiménez, es esa llave que nos ayuda a entender la capacidad del nieto para sentirse entusiasmado entre las flores azules y los arabescos de Morcillo, y las grandes masas en que convierte sus cuadros, oscuros y matéricos, que se acoplan como piezas de construcción, inspirado por los bloques de color de Guerrero. Este viaje que inicia el coche de Nocturno es una mirada al pasado desde el presente sin prejuicios, una revisión diacrónica de lo que fuimos y una alabanza del hacer del pintor quien, como el poeta, es el único capaz de llegar a las manos por un color, un matiz o un adjetivo.
Entre flores y calaveras apreciamos esas estancias de la casa familiar, justo en el momento de la ausencia reciente, cuando se abren las puertas de viejos armarios que perdieron hace tiempo su olor a ropa planchada. Y para terminar el recorrido, un extraño cuadro triangular, La silla del pintor (2020) que, como la propia esencia del arte, unifica y reconoce a artistas de diversos estilos. Una broma seria, en la que la pintura es presencia antes que representación.
‘La ventana que se esconde tras el paisaje de aceite y tierra’, en palabras de José Luis Valverde
En palabras del propio José Luis Valverde, cuando Joseph Conrad en su Corazón en las tinieblas exploró los riesgos de adentrarse en la naturaleza más salvaje y hostil, sabía que el riesgo del viaje era el descubrimiento mismo. El saber que exploraríamos cada uno de nosotros si nos cortásemos con un bisturí para descubrir, que lo que se esconde tras nuestras entrañas, no es más qué barro húmedo y viejo.
El paisaje, es un buen lugar donde esconderse y no ser encontrado. Es lo que pensé cuando revisando la pintura más temprana de José Guerrero me topé con La aparición, 1946. La fatalidad lorquiana de la escena contrasta con unos colores que articulan una visión protagonizada por un paisaje, un muerto y cuatro mujeres de luto. Bajo este pretexto se construye la presente exposición la cual revisa además la obra de su homólogo Gabriel Morcillo con su retrato Gitana, s.f.
Las imágenes que aquí se presentan exploran el lado del paisaje más oscuro y confortable, un refugio. El proyecto, que está vertebrado por estas dos pinturas, entraña la potente sensación de seguridad que aporta el bastión, este, aparece representado como un entierro, es decir, un lugar de resistencia. El entorno deja de concretarse para acabar fundiéndose, pues el cadáver, del que hablábamos antes, se encuentra enterrado también en la pintura del que fue su maestro, Gabriel Morcillo. La potencia hipertextual de estos cuadros cobra sentido cuando el espectador, a modo de explorador, se adentra en la selva pictórica para encontrarse con una verdad común, con una niebla que aparece descrita con aceite y pintura, que está más cerca del petróleo y del barro que de la representación pictórica. Las imágenes, que se esconden se nos aparecen cuando las buscamos entre pinceladas y avalanchas oleosas sobre la tela.
El acontecimiento en el camino, como ya nos demostró Robert Walser en sus paseos, tiene mucho que ver con la mirada y con la intención de descubrir, pues es esta, desde el otro lado del prisma, la búsqueda que Charles Marlow nos describió en su viaje a nuestro propio infierno en la selva congoleña.
Aves, bodegones y demás composiciones acabarán de construir este relato que atraviesa a estas dos entidades justo por el estómago, desde el respeto y el rigor de un artista que aprende mientras despieza (a modo de cirujano), imágenes de otro tiempo.
José Luis Valverde
José Luis Valverde nació en Málaga en 1987. Graduado en Bellas Artes por la universidad de Málaga, posteriormente realizó el Máster de Producción Artística Interdisciplinar por la misma universidad. Ha realizado exposiciones individuales en la sala de exposiciones del convento de Santa Inés, dentro de la beca Iniciarte (Sevilla), open estudio en la Griffin Gallery (Londres), en la Facultad de Bellas Artes de Málaga y en JMGaleria- ColumnaJM (Málaga), entre otras.
Además, su obra está presente en varias colectivas como en Espacio El Butrón (Sevilla), CAC (Málaga), Fundación Bancaja (Zaragoza), Centre del Carme Cultura Contemporània (Valencia) y el Espacio Iniciarte, El Palmeral de las Sorpresas (Málaga) entre otras.
Cabría destacar además el primer premio MálagaCrea Artes Visuales 2018, beca Colart, The Fine Art Collective (TFAC) (Londres), selección en A Secas. Artistas Andaluces de ahora’ CAAC (Sevilla), la beca residencia ‘Creadores’ de La Térmica (Málaga) y Facba 2020 (UGR, Granada). Ha participado en la feria ARCO Madrid, en un proyecto conjunto para ABC Cultural (2018), también participó en la feria Getxoarte (2017). Sus creaciones están presentes en las colecciones Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura, CAC (Málaga), Fundación Benetton, Ayuntamiento de Málaga entre otros.
Su trabajo explora la revisión de los géneros pictóricos como la vanitas o la naturaleza muerta, pervirtiendo los códigos que los caracterizan y poniendo en cuestión el cuadro-objeto como artefacto de representación a través de la utilización del negro como dispositivo de negación de la imagen.
Información práctica:
LUGAR: Sala de Exposiciones Temporales. Centro Cultural CajaGranada (Avda. de la Ciencia, 2. Granada)
FECHAS: Del 6 de marzo de 2020 al 11 de abril de 2020
HORARIO: De martes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00 horas / Domingos y festivos de 11:00 a 14:00 horas / Lunes cerrado
ENTRADA LIBRE
Toda la Actualidad