Con la Transición no solamente cambiaron los periodistas y las maneras de mirar. Cambio también la sociedad. Aquella España, angustiosamente rígida, dio origen a una nueva sociedad en la que los políticos, los empresarios, los artistas, los escritores, los deportistas, los cantantes y cualquiera que tuviera alfo que decir, deseaba presentarse de otra manera ante la sociedad. Las páginas de los periódicos empezaron a perder corsés y rezumar frescura. Y eso afecto profundamente a la fotografía y a los nuevos fotógrafos, que se convirtieron en una parte esencial de la nueva imagen de todo un país.
Ese fue el ambiente en el que, en 1977, Chema Conesa empezó a firmar sus primeras fotos.
Los retratos de Chema Conesa tienen una fuerte carga literaria. Están pensados y desarrollados con un guión propio y se pueden leen con la intensidad de una novela.
Conesa trabaja con una notable sobriedad. Sus imágenes van al grano de una manera asombrosa. En dos pasadas, el fotógrafo consigue sus objetivos sin necesidad de acudir a grandes escenografías.
Exposición encuadrada en la iniciativa «Granada Eclipsa. Octubre fotográfico».
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