En 2018 se cumplen cien años de la muerte de Manuel Gómez-Moreno González, acaecida en Granada el 20 de diciembre de 1918. Con ese motivo varias instituciones han querido celebrar su vida y obra. Tal propósito conmemorativo se ha concretado en tres exposiciones que pretenden mostrar desde novedosos puntos de vista sendas facetas de su producción.
Arte y pensamiento
Considerado generalmente como el mejor pintor granadino del siglo XIX y el fundador en sentido moderno de la historia del arte y la arqueología locales, Manuel Gómez-Moreno González (Granada, 1834-1918) goza de un reconocimiento indiscutible en los campos de la pedagogía artística y de la creación plástica e historiográfica en virtud de unos valores de calidad objetiva y de rigor positivista que, en efecto, le hicieron alcanzar elevadas cotas de excelencia.
Como pintor, su propuesta estética siguió patrones del academicismo ecléctico propio del Romanticismo tardío pero se desenvolvió siempre con autenticidad muy genuina, lo que le distinguió de buena parte los artistas contemporáneos. Su carrera transcurrió principalmente en su ciudad natal, reducida al espacio que le dejaron la ocupación docente y las crecientes aficiones arqueológicas, siguiendo un proceso que incorporó a los originarios presupuestos estilísticos un progresivo naturalismo. En Roma, dos años de dedicación exclusiva a la pintura y el avance en dirección de cierto realismo decidieron definitivamente su orientación estilística. Desde 1881 su actividad se ciñó de nuevo al ámbito granadino, donde hasta el final evolucionó sólida pero sin novedades importantes, siempre compartiendo tiempo y esfuerzo con la docencia y la investigación histórica. Las cotas de calidad alcanzadas en las mejores de sus obras no desmerecen de las realizadas por los más sobresalientes maestros de su tiempo.
Por otra parte, su obra escrita constituye una aportación fundamental al nacimiento, en sentido moderno, de la historia del arte y la arqueología. El conocimiento de esa obra por el gran público se ha venido limitando a su trabajo capital, la monumental Guía de Granada de 1892, aunque es autor también de una riquísima obra dispersa. Esta exposición propone un recorrido por los escritos de Gómez-Moreno junto a los dibujos originales que los ilustraron, tanto aquellos salidos de su mano como de las de sus más cercanos colaboradores. Se acompañan con ciertas pinturas y objetos de artes decorativas elaborados por sus discípulos aunque directamente inspirados o encargados por el maestro.
A través de la literatura de Gómez-Moreno es posible conocer múltiples aspectos de su personalidad polifacética: el investigador, el académico, el coleccionista, el museólogo, el maestro de artistas y de artesanos, el director de instituciones culturales, el filántropo y, desde luego, el pintor, sin olvidar que el origen y sentido de buena parte de esa obra escrita deriva de las inquietudes del conservador, es decir, del personaje que en un tiempo de intensa destrucción y restauraciones radicales se erigió en adalid de la defensa del patrimonio monumental, de la preservación de su autenticidad, de la creación de los museos, el acrecentamiento de las bibliotecas y la conservación de los archivos.
Al hablar de sus aportaciones a la historiografía se suele olvidar, por obvia, una de las mayores, que fue la formación, educación y promoción de su hijo Manuel, principal colaborador suyo desde la adolescencia y casi desde la infancia, que había de seguir los pasos paternos haciendo de las investigaciones histórico-artísticas una profesión y no ya solo una afición, y que contribuyó a cimentar sólidamente la historia del arte y la arqueología hispánicas en el siglo XX.
Los escritos se exhiben acompañados también por algunas de las más sobresalientes piezas artísticas y arqueológicas de su colección de antigüedades; unos objetos que constituyeron fiel reflejo de sus intereses históricos y que brindaron motivos estéticos incorporados por el artista a veces en sus cuadros, y no solo en los de temática histórica sino también en pinturas religiosas y hasta en varios retratos de su familia. De hecho, la exposición propone un recorrido por ciertos espacios de la intimidad doméstica de Manuel Gómez-Moreno donde valiosas pinturas antiguas y preciadas piezas arqueológicas formaban parte de una cotidianeidad modesta y sin pretensiones. Esas obras de arte y esos artefactos históricos poblaban los rincones del carmen que el pintor habitó cerca de la iglesia de San José, cuyo emplazamiento privilegiado ofrece vistas espectaculares del valle del río Darro, de la Alhambra y Sierra Nevada, y de la misma ciudad de Granada casi al completo. Piedras sepulcrales islámicas y capiteles romanos o nazaríes yacían en el suelo y coronaban las tapias del huerto; basas, capiteles y restos de estatuas procedentes del foro de Iliberri se hallaban esparcidos sobre el empedrado del patio, junto a un sarcófago de la misma época y a otros capiteles, zapatas y maderas del siglo XVI; un patio que, aunque reformado en el siglo XVII, estaba construido sobre los restos de una anterior casa morisca con celosías de yeso sobre la portada baja.
El objetivo de esta muestra, pues, es el de evidenciar la íntima relación existente entre el discurso de los textos, los materiales gráficos que los ilustran, algunas de las pinturas con ellos estrechamente vinculadas y las piezas procedentes de su colección artística y arqueológica. Se reúnen aquí, en resumen, arte y pensamiento, o lo que es lo mismo, reflexión histórica e invención artística.
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